El Perú es un país privilegiado por su cocina, pero este no es solo un fenómeno de moda debido a nuestros famosos chefs, sino que es producto de miles de años de historia, cultura, tradiciones, mestizaje, condiciones geográficas especiales y la enorme biodiversidad que nos acompaña. Por mucho tiempo, nuestro país fue conocido por tener exquisitos platos en cada región los cuales eran el orgullo de sus pobladores, pero un talento poco conocido fuera de sus límites territoriales.
La revalorización de la comida y la revolución gastronómica peruana, conocida como “el boom gastronómico de la comida peruana” , ha sido impulsada en gran medida por grandes artistas que trabajan en el sector culinario como el prestigioso chef Virgilio Martínez y Gastón Acurio quienes dieron un giro completo al concepto de cocina peruana no solo a nivel de escuelas de alta cocina, sino buscando el origen de cada uno de nuestros platos, conociendo las cocinas de barrio; lugares donde poder comer o beber se encuentren a la vuelta de la esquina.
Es en este contexto que se conocen “los huariques”, palabra que no nace como una “criollada” sino de dos vocablos quechuas, “wa”: Escondido y “rique”: guiso, entendiéndose como wariques: lugares donde se sirve guiso en forma escondida. Hoy son conocidos como espacios casi familiares, populares; que sin mucha pompa en el ambiente presentan un derroche de sabores de casa, elaborados al momento y de la manera más sencilla; donde los comensales tendrán el privilegio de conocer el origen de nuestros platos desde sus más primigenias sensaciones: aromas, tonalidades, sonidos, texturas y sabores. Con un huarique en cada barrio estaremos garantizando que nuestros platos sigan siendo alimento diario en nuestras mesas, en nuestras conversaciones y en ese permisible orgullo que los peruanos experimentamos.
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